En víspera del Día de San José, el tiempo ha amanecido gris y lluvioso, es natural, hasta el tiempo manifiesta la situación actual, sin ilusión, alegría y tristeza. Todos, estamos a juego con el día que comienza, en realidad no se que nos pasa. Estamos apáticos, no tenemos ninguna ilusión. Nunca en la vida me había encontrado igual, espero que todo tenga una explicación. Me pregunto, ¿puedo hacer algo para cambiar esta situación?, Mi respuesta, está muy clara ¡NO!, nada más pongo la solución, pensado en que al año que viene, todo sea distinto y nos acordaremos del momento presente, como si hubiéramos tenido una pesadilla, pero con espereranza de que pasará pronto.
Estamos asistiendo a una situación anómala y nada frecuente, hemos de remontarnos a muchos años atrás para recordar algo igual.
La historia, nos recuerda que en el año 1886 ya existió un año que no se plantaron fallas, aunque aquella vez la causa fue otra muy distinta, concretamente quería el Ayuntamiento cobrar a cada falla la cantidad en aquellla fecha de 60 pesetas, aunque este arbitrio ya existía desde 1851, pero inicialmente fue de 5 pesetas, y en el año 1884 se llegó a exigir el pago de 30 pesetas.
Nos relata D. Moises Domínguez, que los años de 1937, 1938 y 1939 fueron las últimas en las que no se celebraron oficialmente, puesto que haber, hubo fallas en la ciudad. No como festejo, pero sí como denuncia antifascista. En 1940 se plantaron unas pocas fallas como señal de reanudación de una cierta normalidad.
Las Fallas de Valencia se han suspendido otras dos veces por causa de fuerza mayor. Pero para eso hay que trasladarse ya al siglo XIX, cuando la fiesta estaba en proceso de crecimiento pero, ni de lejos, tenía la milésima parte del impacto social y económico que en la actualidad.
Una cantidad inasumible por las clases populares que sustentaban la fiesta. Si el año anterior sólo se plantó una falla, hay que concluir que la fiesta estuvo a punto de desaparecer por culpa de los arbitrios. Al no recaudar nada con esa medida, al año siguiente se rebajó a 6 céntimos de entonces y aumentó el númeo de fallas a 29.
Y otra causa de fuerza mayor fue el «no Fallas» de 1896 cuando, tras una manifestación republicana plagada de incidentes. La Capitanía General declaró el Estado de Guerra para el 15 de marzo. Las Fallas estaban, tal como cuenta Enric Soler i Godes, totalmente preparadas. Pero la decisión se mantuvo. Antonio Ariño revisa en la Historia de las Fallas de Levante-EMV que esto era, de rebote, una forma de reprimir una fiesta incómoda.
Se intentó recuperar la fiesta -las once fallas preparadas- coincidiendo con San Vicente, pero el alcalde dijo que nones. Ese año no hubo fallas en la ciudad. Pero la semilla estaba ya muy arraigada.
En la memoria perdura la suspensión de cuatro días tras los atentados del 11-M en 2004. No hubo festejos y tan sólo se siguió trabajando en la «plantà». Quiso el capricho del calendario que los días 20 y 21 fueran fin de semana. Al acabar las fiestas se aprovecharon esas fechas para rescatar algunos festejos, en lo que fue un «post fallas» atípico: se celebraron dos «mascletaes», el Homenaje de las Fuerzas Armadas, la Gala Fallera, un castillo y hasta las verbenas del Prefallas se trasladaron a la noche del 20.
Las «fallas de la Riada» se celebraron a pesar de que, apenas cinco meses antes, la ciudad había quedado arrasada. Fueron unas fallas mucho más modestas, como es fácil imaginar, pero tuvieron lugar. Más aún, la falla de la entonces plaza del Caudillo tuvo como lema el agradecimiento al resto de regiones por su ayuda.
Este año, la causa es de otro signo, aunque no lo vemos, el culpable es la bacteria de coronavirus o Covid-19. Está causando tantos estragos, que se han aplicado medidas sanitarias para detenerso y eliminarlo, y sobre todos erradicarlo definitivamente.
En realidad resulta difícil, pero si tuvieramos la solución, con las Fallas de Valenca, se quemara al mismo tiempo que éllas. ¡Cómo nos lo agradecería el mundo de la ciencia!, y todos nosotros.