Cuantas veces nos saludamos, normalmente por la calle, o en otro lugar. Con toda nuestra admiración y alegría de ver al amigo o al conocido reencontrado, manifestado en torno al saludo que nos propiciamos.
Desde que llegó el coronavirus, el saludo es una cosa nueva que nos ha traido esta situación, que actualmente estamos padeciendo. Nos resulta graciosa, y da lugar a bromas que se manifiestan a través de los goberrnantes u otros personajes de rango muy seperior, que se saludan con este nuevo protocolo, que por cierto, resulta muy gracioso, y sirve para romper la frialdad del encuentro y entablar unas relaciones más estrechas.
Todo ello, está en contraposición con los antiguos saludos, que siempre hemos conocidos del «apretón de manos», que servía para fusionarse mucho más afectiva y cálidamente, que ya de entrada se daban más confianza, para el posterior diálogo.
Se han expuesto diversas teorías que argumentan el origen, del «apretón de manos». Dicen, que empezó como una demostración, de que no sostenía una arma, ya que al mover la mano de arriba y abajo se aseguraba uno, que el otro no llevaba nada escondido en la manga. Además, este gesto aparece representado en el mundo griego en cerámicas y lápidas que muestran dioses cerrando tratos; guerreros que marchan al combate y almas de los difuntos que llegan al inframundo. También, los antiguos romanos lo hacían cuando, por ejemplo, dos conocidos se encontraban en el Foro, en el Senado o en una celebración.
Otros afirman, que el siglo XIX, en Estados Unidos parece que estrecharse la mano fue un modo de saludarse impulsado por los «cuáqueros» (una comunidad religiosa fundada en Inglaterra en el siglo XVII). Este grupo religioso pensaba que darse la mano era una forma de saludo más «democrática», que hacer una reverencia o descubrirse la cabeza. Era una manera de eliminar las jerarquías. Queda esto reflejado, en una lápida, donde el rey Mitrídates estrechándole la mano al dios Heracles, en Adiyaman, al sureste de la actual Turquía. Existe otra representación, que recoge el saludo de la «reunión del rey alemán Enrique I, con el rey francés Carlos III, del siglo XIX», que expresa la forma de saludarse.
Pero ¡qué significa realmente este gesto?. Entender el sentido del apretón de manos resulta algo complicado dado que su representación varía según el contexto cultural. En 2015, tras un curioso experimento, científicos del Instituto de Ciencia Weizman, concluyeron que el origen de este saludo surgió de la necesidad de conocer al otro, descubriendo que a través del mismo se transmiten señales químicas que podrían transmitir bacterias.
En el experimento, los científicos grabaron apretones de manos de entre 280 personas desconocidas entre sí y notaron con cierto asombro que cerca de un 25% se olían las manos después. Es algo similar a lo que los perros hacen entre ellos cuando se encuentran, pero más acorde a nuestros preceptos sociales.
Prueba de ello, es la gran aceptación que ha recibido la creación de la solución alcohólica para los usos posteriores en tantos lugares y como métodos de desinfección y protección nuestra.
Había, otro saludo mucho más especial y efusivo, que representaba, con más intimidad, el afecto entre dos personas, era el «beso». Aunque, hoy existe la costumbre que en algunos paises, se besen dos seres del mismo género, como costumbre de una manifiesta apreciación, oficialmente.
Pero me quiero referir, al «beso» que actualmente conocemos o consideramos nosotros, y que usamos el mundo occidental entre desconocidos.
De hecho, lo utilizaron los romanos que tenían tres versiones del beso: el osculum (beso en la mejilla, típico entre amigos), el basium (beso en los labios, destinado al esposo o esposa) y el suavem (beso entre amantes).
El cristianismo incorporó muy pronto este gesto y se usó en ceremonias religiosas. San Pablo, en su Epístola a los romanos, recomendaba a sus seguidores «saludarse con un beso sagrado». Actualmente, cuando se contrae matrimonio, se suele intercambiar al final de la ceremonia, un beso entre los nuevos esposos públicamente, como rública del amor y contrato del matrimonio. En la Edad Media se daba un beso como señal de fidelidad y para sellar acuerdos. Se considera que con la epidemia de la peste que asoló Europa en el siglo XIV, se perdió esta costumbre y no se recuperaría hasta después de la Revolución Francesa, en 1789.
Actualmente no está recomendado darse la mano, ya que se cosidera un gesto lleno de gérmenes, ya que podían transmitirse con gran facilidad.
Por estos motivos, consideramos que ha sido sustituidos por los graciosos saludos de juntar los codos, para saludarse e incluso el arriesgado saludos con un golpecito con los pies, con riesgo de perder el equilibio.
Hoy en día, existen ciertos paises que tienen la bella costumbre de indicar con la mano derecha, elevarla y marcar el corazón, es saludarse de un forma más afectiva y espetuosa.
En los momentos actuales, y por mucha confianza que tengamos en los demás, tal vez debamos dejar estos saludos tan arraigados entre nosotros, para tiempos mejores.